Orestes Serrano, responsable de Comunicación de FESVIAL, Fundación para la Seguridad Vial

La movilidad, la libertad de movimiento, poder ir de un punto A, B o C a otro cualquiera, es un derecho inalienable que tenemos todos los seres humanos desde que nacemos. Desde que somos. Como lo es el derecho a la vida misma. Y es por ello que la privación de libertad es una de las penas más complejas de asumir a la que nos enfrentamos y que tenemos que imponer en situaciones de extrema gravedad.

Pero la libertad de movimiento como derecho particular tiene los límites lógicos del respeto a la movilidad del resto de seres humanos, de usuarios, con los que compartimos la vida y las vías por las que nos desplazamos.

Y es precisamente ese mismo derecho que debemos respetar el que nos exige compromisos y esfuerzos personales, y también colectivos, como sociedad civil y civilizada que decimos ser, para facilitar y garantizar la movilidad accesible y universal de todos los seres, sea cual sea su condición.

En esa misma garantía del derecho a la movilidad libre, accesible y universal están implícitas las condiciones de seguridad, salud, eficiencia, protección de las personas y el medio ambiente, limitación de emisiones nocivas, etc…  que deben cumplir los medios que utilicemos para desplazarnos desde un punto a otro, sean personales o colectivos.

La seguridad vial, la garantía de la movilidad segura, sana y saludable, es la herramienta que enlaza estos dos derechos fundamentales del ser humano: vida y libertad.

Por ello nuestra condición psicofísica, mental, de salud, etc. debe ser siempre óptima, al igual que también el estado del vehículo que utilicemos cumpla en todo momento con los requisitos necesarios para protegernos a todos de todos. Vengamos de donde vengamos y vayamos donde vayamos.

Cuidémonos y respetémonos. Incluyamos en ese cuidado y estima el medio de locomoción que vamos a utilizar para movernos, porque en él vamos a confiar nuestro bien más preciado, la vida, las vidas de los que más queremos y la del resto de seres humanos con los que compartimos el derecho a esa movilidad que somos. Es nuestra responsabilidad.

La vida es el viaje más hermoso y no hay nada más estúpido que perderla por un siniestro predecible, prevenible y, sobre todo, evitable, con muy poco esfuerzo y todo el sentido común.